Glorioso azulejo
Presentes en parques, plazas, bares y casas, los azulejos acompañan desde hace siglos la decoración de numerosas regiones del Mediterráneo. Hoy están más vivos que nunca; de hecho, adoptan innovadores diseños.
Son bellos y rebosan color. El azulejo jugó un papel fundamental en la estética de al-Andalus. Heredados de aquella cultura, hoy se incorporan a los nuevos modelos decorativos con otras formas. Aquí están descritas sus últimas claves.
Me sucedió un día de repente, en Sevilla. Los azulejos comenzaron a inundarlo todo. Hasta ahora solo representaban un regalo para la vista. Simplemente estaban ahí, decorativos, llenos de color; eso era todo. Al pasar junto a una fuente andaluza con surtidores, me di cuenta de que tanto por dentro como por fuera estaba decorada con azulejos sorprendentemente bellos, inspirados en la Alhambra. Miré a mi alrededor y más y más azulejos seguían apareciendo de pronto: enmarcando ventanas con arco de herradura o un portal al otro lado de la calle, en el suelo y en el techo, en las paredes y hasta en el mostrador del hotel donde me alojaba. Desde entonces en adelante se convirtieron en una deliciosa obsesión. Empecé a verlos por todos lados en España y en Portugal.
Están presentes en los cafés, los bares y restaurantes donde con frecuencia retratan escenas cómicas que describen asuntos de la vida cotidiana como las tareas del campo y la cocina, la caza y la pesca, flores, vacas y conejos… Por todas partes hay también murales de azulejos pintados que representan importantes gestas históricas de un gran idealismo bucólico. Están en iglesias y antiguos monumentos, e incluso en los hogares más humildes. Existe un proverbio árabe de tiempos de al-Andalus que dice: “el pobre vive en una casa sin azulejos”.
Balaustrada decorada con azulejos en la Plaza de España (Sevilla)
Tanto en España como en Portugal el mundo de los azulejos es tan vasto como múltiple; tan bello y lleno de color que se nos presenta como un mundo de insondable riqueza.
La palabra azulejo procede de la voz coloquial en árabe al-zulaij, que significa “mosaico de cerámica, loseta ornamental”. Son originarios de Siria, donde se fabricaron los primeros azulejos decorativos en los Valles del Éufrates y el Tigris, y de Persia, donde al menos desde el siglo IX, la ciudad de Kashan producía azulejos vidriados de gran prestigio, por el excelente trabajo artesano de intrincado diseño. Eran empleados fundamentalmente en la decoración de los muros de las mezquitas. De forma cuadrada o rectangular, con estrellas entrelazadas en la intersección de otras formas geométricas, estas piezas individuales serían las predecesoras de la perfección alcanzada en la Alhambra.
El arte del azulejo se extendió por Occidente con la expansión del Islam. Los azulejos de al-Andalus pronto superarían a sus predecesores de Oriente. Esto tal vez tenga su explicación en la emigración de los artesanos a al-Andalus, hacía donde huyeron en busca de seguridad tras la agitación producida por Gengis Kan. También porque al-Andalus se había convertido en un cruce de caminos cultural donde confluyeron las manifestaciones artísticas que venían de Oriente vía Egipto, que más tarde se habían enriquecido por las herencias romanas visigodas y otras tradiciones ornamentales del Mediterráneo.
¿Por qué eran tan populares los azulejos? Primero porque el mármol de diferentes colores era caro y difícil de conseguir. Pero también porque con la perfeccionada técnica para producir azulejos en gran variedad de colores, era mucho más fácil y barato embellecer una casa, una mezquita o un palacio, ya que la materia prima podía conseguirse fácilmente.
Dejando a un lado la belleza del diseño de los azulejos, existían, tanto antes como ahora, razones eminentemente prácticas para su utilización, ya que garantizaban una larga vida para suelos y paredes, y son fáciles de limpiar, como en los baños, cuya limpieza e higiene en sus instalaciones era primordial.
Fachada de una casa de Lisboa
La feroz competencia que se generó en las grandes ciudades de al-Andalus como Sevilla, Córdoba y Granada incitó a los artesanos a buscar más riqueza con miras a empresas más elevadas. Así, los diseños ornamentales de elementos florales, geométricos y vegetales entrelazados ─arabescos─ se hicieron más complejos y sofisticados hasta alcanzar su máxima expresión de belleza en el arte nazarí.
¿Por qué razón se hacían originalmente los azulejos? Cuando los habitantes de Mesopotamia utilizaron por primera vez cerámica vidriada como material de construcción fue, más que por una razón decorativa, para levantar muros de barro resistentes al agua. Pero el vidriado permitía además introducir el color en esas superficies, la decoración de paneles con arabescos y el esmerado dibujo de bandas de complicada caligrafía, lo que lo convirtió en elemento indispensable en la arquitectura islámica.
¿Cómo se hacían? Los azulejos se preparaban para rellenar una pared o cubrir una superficie del suelo. Al principio se diseñaban sobre la marcha, y más tarde se enviaban a un taller cubiertos por una fina capa de tierra donde se realizaban los dibujos.
Los métodos de elaboración de cerámica y azulejos eran básicamente los mismos en Mesopotamia y en al-Andalus. El refinamiento llegó más tarde, cuando se consiguió producir colores especiales y el reflejo metálico o vidriado. Es aquí donde los artesanos andalusíes superaron a sus predecesores orientales, y fue tal la excelencia en la fabricación de azulejos que, con el fin de obtener el máximo brillo y efecto, importaban plomo de Venecia y estaño de Inglaterra, ya que eran los de mejores calidades.
Detalle de la decoración en los muros exteriores de la mezquita de al-Aqsa, Jerusalén.
La siguiente descripción de cómo se hacen los azulejos corresponde a la técnica tradicional que utilizaban los musulmanes españoles. Estos métodos, dejando las fábricas a un lado, han variado muy poco. Las baldosas se fabrican con arcilla blanca de gran calidad convertida en un polvo muy fino una vez cribada y mezclada con agua. Después se pisan con los pies descalzos hasta quedar completamente compactas. Una vez impregnadas con agua, las losas de arcilla se sujetan a una pared de yeso para que absorban la humedad. Cuando están más secas se moldea la arcilla en cajas de madera, cortándola en tamaños de forma rectangular, y se cuece en los llamados hornos árabes. Por cierto, estos pueden verse aún en los antiguos centros de cerámica de Manises y Paterna en la región de Valencia, y en Andalucía. Sin embargo, no corresponden exactamente a los que se usaban en época andalusí, ya que los ladrillos utilizados en la construcción del horno terminaban agrietándose y los hornos se tuvieron que reconstruir, aunque siempre según los mismos principios y a menudo en el mismo lugar.
Los hornos constan de una cámara grande más baja que corresponde a la caldera, y una cámara alta llamada “laboratorio”. Las dos cámaras están conectadas mediante unos agujeros practicados en el suelo. Las losas se colocan encima de una plataforma trasera de la cámara baja. La leña y el orujo, aunque este último se utilice principalmente en las zonas de olivares del sur, proporcionan el intenso calor necesario. La losa absorbente y porosa que se obtiene como resultado se llama “bizcocho” y está ya lista para ser pintada. Curiosamente, parte de la pintura se aplica con un pincel de cerda de cola de mula que, según las mujeres con las que hablé, es la mejor forma de aplicarla. La misma pintura se hace mezclando cobre, manganeso, óxidos de platino y cobalto y silicatos alcalinos con agua. A continuación, se mojan los azulejos en un líquido vidriado que lleva plomo y óxidos de estaño disueltos en agua. Después, los azulejos se vuelven a cocer en el laboratorio, la cámara alta, donde la temperatura es más baja y las llamas no llegan a tocarlos. Durante este proceso, el vidriado y el pigmento se funden en un vidrio que cuenta con una gran resistencia, un brillo y una suavidad de excelente calidad.
Originariamente, los diseños se basaban en el arabesco, ya fuera floral o geométrico. Cuando a veces se representaban animales, se hacía de manera muy sutil y estilizada, por consideración a los preceptos del Islam. Más tarde, bajo influencia cristiana, tanto la figura humana como la de animales empezaron a reproducirse con gran realismo.
Azulejo con una escena costumbrista típica de Portugal.
Muchos de los antiguos métodos, incluído el de la cuerda seca que reproducía en relieve el diseño, se siguen empleando en la actualidad. Sin embargo, al ser caros y necesitarse mucha mano de obra, se están sustituyendo por fábricas frías e impersonales. Su única salvación está en manos de los fabricantes de azulejos más serios que mantienen una sección estrictamente artesanal que satisface plenamente a los entendidos. Una fábrica puede adquirir unos dos o tres hornos de gas o eléctricos, pero suele mantener uno que funciona con leña u orujo. Como dice Mark Verderi acerca de Mensaque, uno de los más famosos fabricantes de azulejos de Sevilla, “Es la reacción del humo negro con las sustancias químicas del azulejo lo que les da en parte su color particular y su precioso toque personal”.
Mensaque, que exporta a todo el mundo, tiene un pequeño problema con los japoneses, lo que quizás sea indicativo de una tendencia mundial. Como explica Verderi, “los japoneses, muy interesados en todo lo europeo, antiguo y famoso, tienen dificultad con nuestros azulejos hechos a mano. Dicen que no son todos exactamente iguales, que nuestros azulejos son irregulares. Nosotros estamos intentando concienciarlos para que entiendan que en eso precisamente radica el encanto de los buenos azulejos. Aunque son iguales en esencia, no son completamente idénticos”.
La Puerta del Vino de la Alhambra exhibe en su alfiz una bella muestra de azulejos.
La Alhambra de Granada sigue siendo el mejor ejemplo del arte del uso perfecto de los azulejos. Sean simples o intrincadas, sus formas se han reproducido hasta el infinito o han sido objeto de inspiración y cómo no, de estudio. Aún hoy en día son los más populares de todos, y últimamente ha resurgido una gran demanda de los modelos clásicos, ya sean realizados a mano o producidos en fábricas de manera industrial.
Portugal importó los primeros azulejos de Sevilla y Valencia. A finales del siglo XV los azulejos árabes se utilizaron en la construcción de la catedral de Coimbra para conferirle su imponente aspecto, así como en el Palacio Real de Sintra, donde todavía hoy pueden admirarse. Aunque la producción de azulejos en Portugal data de la segunda mitad del siglo XVI, su estilo pronto tomaría una dirección distinta a la de España. Empezaron a utilizarse grandes murales de azulejo tanto dentro como fuera de los edificios y palacios. Las escenas representadas narraban principalmente historias religiosas o describían la vida en el campo. Las técnicas eran indudablemente de origen árabe, aunque su utilización fuera muy diferente.
La tradición de los grandes murales de Portugal es mayor que nunca. Las calles de Lisboa tienen enormes azulejos modernos, y las paredes de las estaciones del metro están cubiertas con piezas de azulejos que han sido realizadas por importantes artistas del país.
Aunque los azulejos de España y Portugal se exportan por millones para embellecer los muros de los países árabes, cubrir los cuartos de baño americanos o las piscinas de Singapur, el mágico mundo de los azulejos de España y Portugal no podrá ser igualado nunca.
Friso decorativo en una casa lisboeta.
Tor Eigeland
Fotoperiodista y escritor
Extracto de artículo “The Tiles of Iberia”
cedido por la revista AramcoWorld.
Publicado en Marzo-Abril 1992