El Ciego de Cabra y la lírica popular andalusí
Parte I
Durante mucho tiempo, a la lírica medieval española se le atribuyó una influencia europea, cuyo nacimiento habría tenido lugar tras la aparición de la lírica provenzal, en Occitania, al sur de Francia. Pero a principios del siglo XX, el investigador Julián Ribera y años más tarde el insigne arabista D. Emilio García Gómez, arrojaron alguna luz sobre la polémica secular, aún bajo estudio por los especialistas, acerca del origen de la lírica románica que señalaba a la poesía arábigo-andaluza. Esto ocurrió tras el descubrimiento de unos manuscritos hallados en 1948 en un precario estado de conservación, aunque suficientemente esclarecedores, en la sinagoga de al-Fustat de El Cairo, Egipto. Se trataba de un conjunto de poemas breves escritos en árabe y hebreo clásico, conocidos como moaxajas, que finalizaban con unas rimas que cerraban el poema, la jarcha, escritas en lengua vulgar, bien árabe o romance.
Estas composiciones poéticas fueron las favoritas de al-Andalus, que declamaban o cantaban con fervor tanto los poetas hispanomusulmanes como los sefardíes. Este fabuloso descubrimiento incluía también otra variedad estrófica, el zéjel, también escrito en árabe vulgar, aunque intercalaba expresiones y palabras en mozárabe, algo común entre los habitantes de al-Andalus.
La invención de la moaxaja se le atribuye a un poeta conocido como Muhammad Ibn Muqqadam al-Qabrí, el Ciego de Cabra, coetáneo del emirato independiente de Córdoba, cuando estaba al mando de Abdallah, (843?- 912). El poeta recorría las calles y otros espacios públicos como zocos y plazas prestando oídos a las gentes, de quienes escuchaba anécdotas o versos populares, el material con el que construiría sus composiciones poéticas. De ahí que la suya fuera una poesía eminentemente popular, como lo prueba el hecho de que distintos poetas compusieran las mismas jarchas con ligeras variaciones, aunque todas compartían una misma temática: el amor femenino, puesto en boca de las mismas mujeres, pero escrito por hombres. Trataban del amor no correspondido, el «amor udrí”, procedente de la más antigua tradición poética de Arabia ̶ la poesía beduina ̶ , que según distintas teorías fue origen del género poético medieval conocido como “amor cortés” o “poesía caballeresca” que los trovadores cantaban de castillo en castillo.
Ahora sumerjámonos por un momento en una época remota en el tiempo, la de la Córdoba emiral de finales del siglo IX.
Reina el emir Abd Allah, nos encontramos en un patio ajardinado del palacio, en una tibia noche de primavera cordobesa. Somos testigos de una velada relajada e íntima del emir con sus invitados, sus poetas más cercanos.
Esta noche podemos oír a ratos pequeñas pugnas satíricas, o bien recordar la voz melancólica de Abd-er-Rahman I mientras rememoraba su tierra natal, siguiendo el gusto poético oriental. La concurrencia se deleita también con las cancioncillas de las bellas esclavas, y con la serenidad de las qasidas políticas. La noche es propicia para para el vino, la comida ligera y el amor. Así que el emir hace un alto en el transcurso de la velada y les pide que compongan una poesía de amor para una de esas cantoras. Entre los presentes en la reunión se encuentran poetas como Said Ibn Yudi, Ubaydis Ibn Mahmud y el llamado Ciego de Cabra.
Si de esta reunión hubiera surgido la inspiración poética del amor, con seguridad sería la del amor cortés, tan presente en la literatura oriental coetánea.
Ibn Yudi tiene entre sus obras buena muestra de ello; he aquí un fragmento de uno de sus poemas:
esde que su voz oí,
paz y juicio perdí;
y su dulce cantinela
me dejó tan solo pena
y ansiedad en pos de sí.
jamás a verla llegué,
y en ella pensando vivo;
de su voz me enamoré,
y mi corazón cautivo
por su cantar le dejé…
Pero si el vino hubiera seguido corriendo en la noche, probablemente la poesía que se hubiera recitado habría cambiado de tono:
uando entre amigos
los vasos circulan llenos,
y miran a las muchachas
amorosas los mancebos,
el mayor bien de la tierra
es ceñir el talle esbelto
de nuestra amada, y reñir
para hacer las paces luego…
Este gusto por el arte lírico para la amatoria, así como la variedad de sus composiciones, son producto, por una parte, de la influencia oriental tan afianzada con Abd-er-Rahman II, a través de Ziryab, y por otra, del estilo de vida que en esa época era menos rígido en al-Andalus que en otras sociedades islámicas.
Momentos como este que acabamos de imaginar serían muy necesarios para el emir Abd Allah, ya que no vivió en una época muy tranquila, pues hubo de enfrentarse a lo largo de su reinado a problemas como la rebelión armada de los muladíes (habitantes cristianos de al-Andalus, que se convirtieron al islam y vivían entre musulmanes) contra los emires. El más importante de sus cabecillas sería Umar Ibn Hafsun. A esto se suman problemas políticos de orden familiar: ordenó ajusticiar a dos de sus hermanos y a un hijo suyo, al-Mutarrif, quien había asesinado previamente a su hermano Muhammad, que era el heredero al trono. Así, tras lo sucedido, el emir puso sus ojos en su nieto, hijo del asesinado, para la sucesión; este sería más tarde el califa Abd-er-Rahman III.
En la corte cordobesa existían esclavas cantoras preparadas en las academias de música de Ziryab o en el propio palacio, según el gusto poético andalusí, pero que habrían de aportar también el bagaje poético y cultural de su lugar de procedencia. Su origen procede del norte de la península y de zonas transpirenaicas; por lo que podemos ver, tendrán una buena posición y consideración en la corte, llegando incluso a dar a luz a herederos.
Se sabe que Abd-er-Rahman III compró esclavos “eslavos” que traía a la corte aun siendo niños y los iba formando en la cultura árabe y las costumbres de palacio. Con el tiempo les otorgaba la libertad, y pasaban a ocupar cargos importantes en la administración o formando parte de la guardia personal del califa. Llegaron a tener gran influencia en la corte, lo que propició, entre otros factores, el desarrollo de la música y la poesía en al-Andalus.
Soledad Maíz.
Experta en patrimonio.