Ibn al-Shaij de Málaga deslumbrado ante el

Faro de Alejandría

PARTE I

 

Por María Jesús Viguera Molins.

Arabista. Miembro de la Real Academia de la Historia.

El Faro de Alejandría, la Séptima Maravilla del Mundo Antiguo, fue ampliamente descrito por autores árabes. De entre ellos, el andalusí Ibn al-Shaij de Málaga realizó una las descripciones más fieles que han existido.

Ibn al-Shaij, nuestro viajero, era de Málaga y emprendió la peregrinación a La Meca en 1165. Ese año llegó por mar a Alejandría, como tantos otros procedentes de al-Andalus o del Magreb hasta los santos lugares del islam, cruzando desde Egipto hasta alcanzar Arabia. En Alejandría permaneció nuestro peregrino malagueño varios meses, y no le faltó una excusa erudita: la de estudiar allí con tan reputado maestro como era al-Silafí. Pero, sobre todo, Ibn al-Shaij se quedó encandilado por la potente y vetusta construcción del Faro de Alejandría, una de las siete maravillas de la Antigüedad. Y nos lo describió con esmero él mismo, midiendo y explicando, y superando las otras descripciones. Ese portento arquitectónico que ya no conservamos, ese famoso Faro alejandrino, había sido construido hacia el año 280 antes de la era cristiana por uno de los reyes Ptolomeos durante el brillante periodo romano-helenístico de Egipto, cuando este gran puerto mediterráneo, Alejandría, se convirtió en la segunda ciudad del mundo debido a su rico tráfico, que repercutió en sus monumentos. Mucho del esplendor antiguo de esta urbe quedaba todavía en la Edad Media, después de que los árabes conquistaran esa ciudad, a mediados del siglo VII. Todavía en el siglo XII aseguraban que sus mármoles la hacían tan luminosa de noche que ni un sastre precisaba allí de candiles para coser, aunque, durante ese mismo siglo, el geógrafo Yaqut contradice ese rumor, y afirma que sus sombras nocturnas eran como en todas partes.

Pero Alejandría conservaba aún magnas construcciones de la Antigüedad, que las gentes medievales atribuían algunas veces a pueblos de gigantes. Grandes monumentos que no sólo los alejandrinos de esta época admiraban, sino que, como en tantas partes, los habitaban y los usaban, y a veces los destruían y reutilizaban, como aquella enorme estatua de Alejandría, que el valí de Egipto, en el siglo VIII, recurrió a fundir para acuñar moneda con su cobre.

En 1165, llega Ibn al-Shaij a Alejandría tras realizar un periplo geográfico y recorrer el mediterráneo; pero entonces, inevitablemente, nuestro viajero malagueño realiza también un concienzudo recorrido por la historia a través del tiempo, y se sumerge en las construcciones antiguas, dejándose llevar por el embeleso del tiempo.

Evoquemos hasta qué punto los vestigios materiales de la Antigüedad representaban para las gentes medievales el principal contacto con épocas pretéritas. No siempre la gente corriente o de cultura media tenía acceso, entonces, a las fuentes escritas tratando sobre tiempos pasados, ni se habían generalizado tanto, más allá de una élite de sabios, ni los conocimientos cronológicos ni arqueológicos necesarios para ubicar o explicarse aquellos arcaicos residuos. Esto conllevaba la extrañeza de tiempos extinguidos. Por eso me parece captar, a través de su minuciosa descripción del Faro de Alejandría, que nuestro Ibn al-Shaij de Málaga se remontó también por el sentido del tiempo, al procurar desentrañar ese monumento, en una indagación compleja y extensa, lo mismo que viajó espacialmente hasta aquella ciudad desde su puerto andalusí al puerto egipcio, y observó detenidamente el monumento.

 

¿Y quién fue Ibn al-Shaij?

Sobre Ibn al-Shaij y su obra se ocupó Asín Palacios; A. Haddadi ha presentado a nuestro autor y a su “Abecedario” en la Actas del IV Encuentro de Estudios Andalusíes y Magrebíes. Escasas fuentes andalusíes dedicaron al viajero malagueño algunas pinceladas biográficas; se llamaba Abu al-Hayyay Yusuf Ibn al-Shaij al Balawi. Nació y murió en Málaga en 1132 y 1208 respectivamente.

Asín Palacios ha reflejado bien, en otro esencial artículo sobre el “Abecedario de Yusuf Benaxeij el malagueño”[1] que Ibn al-Shaij fue un literato, de cultura media: es decir, que no produjo grandes obras ni en prosa ni en verso, aunque compuso un notable libro de adab, a modo de enciclopedia educativa y estilosa, para contribuir a la formación de uno de sus hijos, Abd al-Rahim. Y llamó a su obra, de forma original, Libro de la a y la b (Kitab alif ba), o Abecedario, porque allí reunió, como cajón de sastre, noticias variopintas ordenadas, cada una de las entradas, por orden alfabético de un tema.

Hito muy importante de su vida tuvo que resultar su viaje a Oriente en 1165, regresando a Málaga, seguramente en 1166. Aún tardaría unos cuarenta años en ponerse a redactar su Abecedario, donde incluyó los apuntes directos que había tomado por escrito sobre el Faro de Alejandría, junto a otras tantas indicaciones.

Muy interesante es el perfil interno de Ibn al-Shaij, bosquejado por Asín Palacios, subrayando que no era un geógrafo, lo cual nos sitúa ante las perspectivas de su bastante completa y novedosa descripción del Faro, pues poseía conocimientos técnicos en arquitectura con: “las cualidades apetecibles para el éxito en la modesta tarea de observar atentamente la realidad y de reflejarla clara y fielmente por escrito. Síntoma no dudoso de tales aptitudes, es el hecho consignado por su biógrafo Ibn al-Abbar (finales del siglo XI) en su obra titulada Takmila, de haber intervenido personalmente en la construcción de veinticinco mezquitas y en la apertura de cincuenta pozos en la ciudad de Málaga, costeando además estas obras de su propio peculio”. Esto explica tanto interés de Ibn al-Shaij por el Faro de Alejandría y sus entresijos constructivos. Y a tal interés se añaden otros dos más: uno general, como es el de la admiración medieval por el persistente legado monumental antiguo, y otro más localizado: el de las comparaciones, que me parece que nuestro autor querría plantear con el Faro de Cádiz. Ambas cuestiones las examinaremos a continuación.

 

Los autores árabes y el legado monumental antiguo

Las construcciones de la Antigüedad fueron, también durante la Edad Media, un legado tangible y muchas veces reutilizado con dignidad, con aprecio. Los textos andalusíes nos transmiten la admiración por los monumentos antiguos, fundamentalmente de los Rum, los romanos. Recordemos un solo ejemplo, lo que el cronista cordobés al-Razi cita con entusiasmo: “una de las manifestaciones del poderío [de sus constructores, en Mérida] es el agua transportada, dentro de una construcción”, es decir, los acueductos emeritenses: y reparemos en la referencia de esta frase al prestigio de quienes los alzaron. También, en los textos árabes de al-Andalus, vemos a las estatuas antiguas transformarse en guardianes simbólicos de puertas y ciudades o del litoral, en aviso para quienes se acerquen y orientación de navegantes, como el Faro de Cádiz, cuyo recuerdo me parece esencial, precisamente en relación con la descripción del Faro de Alejandría por nuestro viajero Ibn al-Shaij, según veremos enseguida. “La misma Cádiz entera tenía también restos maravillosos y antiguos que no han sido alterados por el paso del tiempo, y que dan testimonio de su poderío y de la existencia de un gran reino”, según indica una “Descripción anónima de al-Andalus”, el Dikr, por citar sólo una referencia.

Un texto árabe medieval nos refleja dos síntomas: la perduración evidente de los antiguos vestigios y la admiración que suscitan.

Las antiguas obras romanas fueron otras veces descubiertas y reconstruidas por los andalusíes, como las conducciones de agua de Sevilla, hoy todavía en pie, en los llamados “Caños de Carmona”. Un cronista de los Almohades, Ibn Sahib al-Salat, refiere sobre su califa al-Mansur, cómo en 1171 y 1172 se dedicó a mejorar la ciudad de Sevilla y entre otras construcciones:

“Se cuidó de llevar agua 〈a los palacios almohades〉 para regar lo que había plantado. Había fuera de la puerta de Carmona, en el llano, sobre el camino que conduce a Carmona, huellas antiguas, recubiertas, de la construcción de una canalización. La tierra se elevaba sobre ella y había en la tierra una línea de piedras, cuyo significado se desconocía. Fue allí el ingeniero Ya’is y cavó alrededor de los vestigios mencionados, y he aquí que apareció la traza de un acueducto, por el que se conducía el agua antiguamente a Sevilla, obra de los primeros reyes de los romanos, de épocas pasadas, de gentes desaparecidas, de siglos anteriores”.

De nuevo, un texto árabe resalta la utilidad de lo que en tiempos pretéritos se hizo, y se deshizo. Pero entre tanta admiración por los monumentos antiguos, también hubo destrucciones, y sobre todo una muy sonada: la del Faro de Cádiz, como veremos más adelante, en la segunda parte de este texto.

Ibn al-Shaij aporta un interés propio y constructivo al tema del Faro de Alejandría  ̶ que empieza a aparecer en textos de escritores andalusíes, en ese profundo siglo XII ̶, que le dota de originalidad y verismo.

 

 

[1] Calero Secall, M. I. y Martínez Enamorado, V., Málaga, Ciudad de al-Andalus. Málaga, 1995.

El Faro de Alejandría, como construcción admirable, nos ha quedado mejor o peor representado en mosaicos, monedas y medallas antiguas. Además es descrito, aunque de forma más bien superficial, en textos griegos y latinos, como los de Estrabón, Plinio, César, Josefo y algunos más.

Arriba a la izquierda: monedas del tiempo del emperador romano Antonino Pio y Cómodo (siglo II) © CC BY-SA 3 y a la derecha,  representación del Faro de Alejandría en un mosaico del siglo IV procedente de Libia.

BIBLIOGRAFÍA

  1. D. Roberts, Las maravillas de Egipto. Barcelona, 2004
  2. Tetuán, 1995, 511-527
  3. M.I. Calero Secall y V. Martínez Enamorado, Málaga, ciudad de al-Andalus, Málaga 1995.
  4. Boletín de la Academia de la Historia, 1932, 195-228.
  5. E.García de Herreros, Qatre voyageurs espagnols à Alexandrie d’Egypte: Benjamín de Tudela 1166-71, Ibn Goubair 1183-85, Pero Tafur 1435-39, Ali Bey (Domingo Badía) 1803-7, Frankfurt, 1994.
  6. Pharos: Antike, Islam und Occidnet, Leipzig y Berlín, 1909.
  7. “Il Faro di Alexandria secondo un testo e disegni arabi inediti da Codici Milanesi Ambrosaini”, Bulletin de la Société Royal d’archéologie d’Alexandrie, 1921, 13-35.
  8. “Una descripción nueva del Faro de Alejandría” [la de Ibn al-Xayj], Al-Andalus, 1933, 241-292; M. Asín Palacios, “Nuevos datos sobre el Faro de Alejandría”, Al-Andalus, 1935, 185-193.
  9. “Une description arabe inédite du Phare d’Alexandrie”. Mélanges Maspero, El Cairo, 1935, III, 161-171.
  10. “Nuevos datos sobre el Faro de Alejandría”. Boletín de la Universidad de Granada, 1949, 443-449.
  11. E. García Gómez, “La crisis intelectual, social y moral de al-Andalus en el siglo XII: Con Gazali en el horizonte” [Congreso Academia Reino de Marruecos, 198]; Abu Hamid al-Gazali, Rabat, 1986, 41-50.
  12. J.M. Toledo, El Cádiz andalusí (711-1485), Cádiz, 1998, J. Abellán, El Cádiz islámico a través de sus textos, Cádiz 1996.
  13. D. Bramon. El mundo en el siglo XII, prólogo J. Vernet. Barcelona 1991.
  14. “Interpretación gráfica de la desacripción de Ibn al-Xaij”, Al-Andalus, 1933, 293-300 y 5 láminas; Omar Toussoun “Description du Phare d’Alexandrie d’après un auteur du XIIe siècle” Bulletin de la Société Royal d’Archéologie d’Alexandrie.

 

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