Ibn al-Shaij de Málaga deslumbrado ante el

Faro de Alejandría

PARTE II

 

Por María Jesús Viguera Molins.

Arabista. Miembro de la Real Academia de la Historia.

El Faro de Alejandría, la Séptima Maravilla del Mundo Antiguo, fue ampliamente descrito por autores árabes. De entre ellos, el andalusí Ibn al-Shaij de Málaga realizó una las descripciones más fieles que han existido.

Los Faros de Cádiz y Alejandría: ¿por qué le interesó tanto a Ibn al-Shaij el de Alejandría?

 

De todas las fuentes de textos árabes que tratan del Faro de Alejandría, con más o menos verismo y extensión, enseguida sobresalen, por su amplitud y sus detalles, las noticias incluidas en la curiosa enciclopedia titulada, El Abecedario (Kitab alif b), la obra de nuestro personaje malagueño, que viajó a Alejandría y recorrió con notable afán su famosísimo Faro (manarat Iskandariyya), durante algunos meses de 1165 y 1166.

Como ya hemos indicado, los andalusíes admiraban, usaban y reutilizaban los vestigios antiguos, y algunas veces los destruían. Y una de las más famosas destrucciones fue la del Faro de Cádiz (manarat Qadis). Esta demolición ocurrió en 1145, sólo veinte años antes de que Ibn al-Shaij visitara y escrutara el Faro de Alejandría, precisamente.

  

 

 

 

 

 

Izquierda: Grabado del siglo XIX, donde aparece el faro que existió sobre la bahía gaditana. Derecha: Imagen del castillo de San Sebastián de Cádiz, donde se encuentra el faro actual.

Sobre el Faro de Cádiz hay varias referencias andalusíes, sobre todo una importante de aquel mismo siglo XII, y que el geógrafo granadino del siglo XII Abu Bakr al-Zuhri (aún vivía en 1152) transmite de alguien que lo vio con sus ojos y lo recuerda según era antes de desaparecer: una gran construcción cuadrada distribuida en tres pisos, de forma triangular en el tercero, rematado por una estatua de un hombre mirando hacia el este, como si en la otra orilla esperara encontrarse con la mirada de la mucho más famosa estatua de seis metros de Poseidón, apoyado en su tridente, en lo alto del Faro de Alejandría. Pero en 1145 ordenó destruirlo el almirante de la flota almorávide, Ibn Maymún, pensando, dicen, que entre sus bloques de piedras calcáreas (kaddán) se encerraba un tesoro. El imperio de los almorávides sucumbió al poco, y las fuentes escritas de sus sucesores, los almohades, no ocultaron su desdén por aquella demolición inútil.

En 1165, cuando nuestro viajero Ibn al-Shaij se interesa tanto por el Faro de Alejandría, ¿no está acaso pensando en ofrecer a sus paisanos andalusíes una suerte de compensación escrita por aquel Faro gaditano que habían perdido?, ¿no está elogiando la conservación del alejandrino?, ¿no está sumándose a la opinión anti-almorávide por la demolición y dando la razón al benéfico poder almohade, que felizmente les ha sustituido? Es muy posible que Ibn al-Shaij, al extenderse tanto en la descripción del Faro de Alejandría, quisiera compararlo con los datos y ruinas que aún quedaban sobre el Faro de Cádiz.

Me parece que nuestro Ibn al-Shaij, deslumbrado ante el Faro de Alejandría, tiene muy en su mente el recuerdo de la destrucción reciente del Faro de Cádiz, y, además, ya lo hemos indicado, nuestro viajero se dedicaba a realizar algunas construcciones en su ciudad de Málaga, con lo cual deducimos, sin poder prever sus objetivos concretos, que la utilidad también de contar con buenos edificios no debería dejarle indiferente. Hay algo más que mero afán curioso en su realmente profesional desvelo por medir y describir el Faro de Alejandría. Ibn al-Shaij es un modelo especial de viajeros atentos, pero su actitud es muy explicable.

 

Datos de Ibn al-Shaij ante el Faro de Alejandría

 

Ibn al-Shaij, en su enciclopedia El Abecedario (Kitab alif ba), recorre y plasma el Faro de Alejandría palmo a palmo, detalla de modo preciso el edificio. Repitamos que la de Ibn al-Shaij es la más completa de las descripciones conocidas, ocupando las páginas 537-538 de la antigua edición de El Cairo de ese libro, páginas que Asín tradujo perfectamente, en su citado artículo “Una descripción nueva del Faro de Alejandría”, y de su traducción ofreceremos a continuación algunas partes.

Empieza Ibn al-Shaij por situar sus accesos: “Entre el Faro de Alejandría y la ciudad hay también cerca de una milla o algo más de distancia. La ciudad está al sur del Faro. Esta se halla en una pequeña isla en medio del agua, desde la cual se ha construido hasta tierra firme una calzada dentro del agua, cuya longitud es de 600 codos o más, siendo su anchura de 20 y su altura sobre el nivel del mar de tres. Así es que cuando el mar sube cubren las aguas aquel paso… El Faro se alza al extremo de la isla”.

La base era un cuadrado de 45 pasos por cada lado “el mar azota a menudo, por la parte de levante y del sur, el andén que circunda el edificio, que está sobre las rocas, dejando debajo del agua… Este muro está sólidamente construido como de una pieza, por la estrecha unión de las piedras calcáreas (kaddán)…”. La inscripción se halla sobre las piedras blancas del muro sur, dando al mar: “…figuras de letras, labradas en piedra dura, largas y negras…”. A la puerta, alzada sobre el suelo, lleva “un andén o camino, con 100 pasos de largo… [sobre] una bóveda de arcos, semejante a un puente.”

Tras entrar Ibn al-Shaij, describe y cuenta las puertas y habitaciones que halla, hasta subir por una rampa que gira hasta la galería del primer piso. Bien atento a todas las dimensiones que puede medir: “pues yo anoté por escrito allí mismo todo esto, porque me fui al Faro con el tintero, el papel y la cuerda, a fin de que ni el menor detalle quedase perdido, pues el Faro es una maravilla”, describe los tres cuerpos sucesivos de la torre: el 1º un cuadrado; el 2º, un octógono; y el 3º, cilíndrico. Indica que sobre la azotea superior se alzó un oratorio o mezquita (masyid): “a la que dan acceso cuatro puertas, como si fuese una cúpula…”. Añade que se encendía fuego en su parte más alta, para guiar a los barcos al puerto.

Calcula el número de habitaciones del Faro en 68, y su altura total en 53 brazas, más casi 7 brazas más de cimientos. La importancia de la detallada descripción de Ibn al-Shaij es muy considerable, por sus pormenores, por los ojos expertos con que la realizó y por la sinceridad de su mirada, que no evita manifestar sus dudas. Nuestro viajero malagueño lo vio quince siglos después de que fuera construido, pero con una admirable perdurabilidad que no pasaba inadvertida.

El Faro de Alejandría seguía en uso dos siglos después de que lo visitara Ibn al-Shaij, porque su función en el puerto alejandrino era esencial. Controlaba a los barcos, los orientaba, y a los amedrentados navegantes, tras travesías que solían ser azarosas, el vislumbrarlo les confortaba el corazón, según testimonios que han quedado escritos. Casi dos siglos después de que Ibn al-Shaij de Málaga, en 1165, lo describiera con tanto detalle, el Faro de Alejandría fue abatido por un terremoto. El viajero ceutí Ibn Battuta, que visitó aquellos lugares en 1326, indica que “una de sus fachadas estaba en ruinas”, y al volverlo a visitar en 1349: “se había arruinado por completo; ya no se podía entrar en él, ni siquiera subir hasta su puerta”. Lo sustituyeron por un puesto vigía (al-nazura), hasta que en 1447 el sultán mameluco Qayt Bey alzó sobre las ruinas una fortaleza a la que dio su nombre.

La perdurable descripción de Ibn al-Shaij sobre tan potente Faro, la tercera maravilla del mundo antiguo ha servido para que un arquitecto moderno, M. López Otero, reconstruyera, sobre papel, con cierta seguridad, su figura y su alzado, añadiendo propuestas a otras interpretaciones existentes.

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