Ignacio de las Casas, un sabio jesuita morisco conciliador de dos mundos
PARTE II
Por César de Requesens Moll.
Las tensiones que vivió la sociedad granadina en el siglo XVI tras el misterioso hallazgo de los llamados libros plúmbeos del Sacromonte, y el asunto de los moriscos, dieron voz al religioso jesuita Ignacio de las Casas –él mismo de origen morisco– como mediador en la causa de sus ancestros.
En su análisis de los documentos (en profundidad, gracias a sus conocimientos tanto del árabe como de la religión musulmana, saberes de los que carecían otros de los expertos que estudiaron los textos) demostró que eran una superchería inventada por los moriscos porque muchos elementos hacían referencia a la cultura y a la religión musulmana. En su opinión, sólo una formación adecuada podía evitar que este tipo de incidentes se repitieran; en efecto, desconfiaba de los intérpretes porque no tenían una sólida formación teológica y religiosa y, además, como se dio en el caso en Granada, podían ser manipulados. De las Casas les acusaba de ser responsables de la agitación provocada por su mala interpretación del contenido de dichos libros.
Ilustración de la Torre Turpiana, alminar de la mezquita mayor de Granada, que fue demolida en 1588 para construir la catedral. Entre sus escombros se hallaron las reliquias y pergaminos que dieron origen al asunto de los Libros Plúmbeos.
LOS LIBROS PLÚMBEOS. Una trama de novela para salvar a los moriscos
Al acometerse unas obras en la Torre Turpiana de la mezquita mayor de Granada (actual iglesia del Sagrario, una de las tres que componen el conjunto de la Catedral de Granada) para transformarla en iglesia, se produjo el hallazgo de un cofre donde, en un pergamino aparentemente antiguo, se explicaba que, en breve, serían hallados unos textos de origen muy antiguo en los que se daría una revelación a la cristiandad. El pergamino apareció en marzo de 1588, día de san Gabriel, junto con un hueso y otra reliquia textil, con textos en árabe, en latín y en castellano, siendo arzobispo de Granada Juan Méndez de Salvatierra. El revuelo fue mayúsculo entre la comunidad granadina, católica y morisca. Estaba próxima la expulsión definitiva de los moriscos de España, y en el ambiente se palpaba la trágica decisión de expulsar a los últimos musulmanes de la península.
La expulsión no se llevaría a efecto hasta 1609-1613, precisamente las fechas entre las que se produjeron los hallazgos de lo que con el tiempo se descubrió que no fue sino una ingeniosa y complicada trama, mitad realidad mitad ficción, urdida por una élite de moriscos cultos granadinos. Estos autores cultos no hicieron sino aprovecharse de la incultura religiosa dominante entre la población cristiana y la musulmana, dando rango de dogma religioso escrito a lo que no eran más que unas difusas creencias populares sin mayor fundamento doctrinal.
En estos textos se pretende por igual alumbrar un islam cristianizado y un cristianismo islamizado. Por los árabes y su lengua, el cristianismo alcanzaría su apogeo; pero para conseguirlo tendría primero que desprenderse de todas sus falsificaciones y de las malas interpretaciones a la luz de la “verdadera doctrina”, la del Corán.
El hilo conductor de este novelesco argumento era la unión de las dos principales tradiciones religiosas aún presentes en la península. Los textos encontrados incluían, en una libre reescritura de los hechos bíblicos, la concepción inmaculada de la Virgen María, el origen paleocristiano de la Iglesia de Granada y datos biográficos concretos del primer obispo granadino, San Cecilio. Contenía asimismo elementos clave de la fe islámica; se decía que la raza y la cultura de San Cecilio eran árabes. Además, proclamaba una reivindicación de la lengua y de la cultura árabes, incluida como una de las preferidas por Dios al poner en boca de la propia Virgen María: alabanzas a esta civilización y su cultura. También se incluyeron en estos elementos alabanzas a la ciudad de Granada, colocándola como un modelo a seguir tanto para la civilización y la cultura cristiana como islámica.
Grabado calcográfico de Roberto Cordier representando a los santos Cecilio y Tesifón ante las columnas llevando en las manos, con el báculo como obispos, los libros plúmbeos. Ilustración Frontispicio de Adán Centurión, marqués de Estepa: Información para la historia del Sacro monte, llamado de Valparaiso y antiguamente Illipulitano junto à Granada, Donde parecieron las cenizas de S. Cecilio, S. Thesiphon y S. Hiscio discípulos del Apóstol único patrón de las Españas Santiago, y otros santos discípulos dellos y sus libros escritos en láminas de plomo, Granada, 1632.
En 1590, el nuevo obispo granadino Pedro de Castro, tomó con entusiasmo el asunto. Cree a pies juntillas en lo milagroso del hallazgo de las reliquias y en su fuerza de escritura sacra. El asunto comienza entonces a desbordarse a pesar del informe negativo del anciano Arias Montano, quien lo analizará y copiará con la ayuda de su discípulo Pedro de Valencia. En su informe avisa de que el conjunto de textos era “viejo empero no antiguo” y que ni la letra ni la tinta se correspondía con la antigüedad pretendida.
El arzobispo de Granada y de Sevilla, no prestó oídos durante todo su mandato a ninguna de las voces que negaran la veracidad de los documentos. Granada comenzaba a ser un lugar más de peregrinación de la cristiandad. Hasta mil cruces llegaron a erigirse en el camino hasta el Sacromonte por los devotos fieles, y en el año de 1610, mientras que buscaban pruebas de la discutida autenticidad de los libros “santos”, se erigió una Iglesia.
El sueño de la unión de ambas creencias en un tronco común se desvaneció como por ensalmo. Sólo quedó como recuerdo de aquella historia la imponente abadía erigida en el Sacromonte por el arzobispo Pedro de Castro, lugar donde hoy aún se custodian aquellos hallazgos. Se conservan como un inmenso relicario que guardara y difundiera en los siglos venideros aquellos “reveladores” descubrimientos que, según aún mantiene la Iglesia, dan fe del nacimiento del cristianismo en Andalucía y España, disputando de este modo el puesto a la Iglesia de Zaragoza.
A la lectura de sus memoriales se advierte un desgarro, una lucha interna entre sus convicciones cristianas y sus orígenes porque sufría al ver a su pueblo despreciado por los cristianos viejos, por la Corona y por la Iglesia a la que pertenecía.
Su atracción por la cultura musulmana podía parecer sospechosa, pero Ignacio de las Casas rechazaba el islam y si se interesaba por la cultura musulmana era para convertir a los moriscos; sus proyectos de expansión del cristianismo en detrimento del islam lo demuestran.
No obstante, con su salud endeble y sus escrúpulos, trabajó hasta el final de sus días en el apostolado morisco. Profundizó en el estudio de su problemática y metodología, buscando soluciones, así como en el conocimiento del islam, el fundamento religioso e ideológico de la oposición morisca a su evangelización. Finalmente, moriría en Ávila, en 1608, justo cuando el general Aquaviva demandaba su apoyo de experto en las juntas que debatían la grave materia de la “solución final”, la expulsión definitiva de los moriscos de los territorios bajo dominio español. Pero la suerte ya estaba echada.
Por César de Requesens Moll.
Periodista y escritor.
Bibliografía
F. B. Medina. Diccionario enciclopédico de la Compañía de Jesús.
Youssef El Alaoui, Universidad de Rouen, ERAC-CRIAR (Francia). Historia de Al Andalus. ‘Ignacio de las Casas, jesuita y morisco’. Boletín n° 52 -07/2006. Benítez Sánchez-Blanco R. De Pablo a Saulo: traducción, crítica y denuncia de los libros plúmbeos por el P. Ignacio de las Casas, S.J. CSIC. Al-qantara: Revista de estudios árabes, vol. 23, Fasc. 2, 2002 , pags. 403-436. Barrios M. “El castigo de la disidencia en las invenciones plúmbeas de Granada”. CSIC. Al-qantara: Revista de estudios árabes, vol. 24. Fasc. 2, 2002, pags. 477-531. VV.AA (Coord. Manuel Barrios). ¿La historia inventada? Los libros plúmbeos y el legado sacromontano. Coedición Fundación El Legado Andalusí-Universidad de Granada. |