Lanjarón: Sueño de poetas

La historia de La Alpujarra ya aparecía en los textos de los autores clásicos de la Antigüedad. Lanjarón es famosa en nuestros días por sus aguas medicinales, por ser la antesala de esta comarca granadina y el paso obligado de los viajeros que la visitan, cuyo testimonio literario ratifica su belleza. En palabras del escritor y político natural de Guadix, Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891): “Lanjarón es un sueño de poetas”.

En esta comarca no son los monumentos los que nos hablan del pasado; aquí, sus paisajes guardan los secretos de su dilatada historia. Los castaños y olivos centenarios, multitud de árboles de variada fronda, los riscos e inquietantes desfiladeros que se asoman a abismales barrancos, y las cumbres blancas de Sierra Nevada, son los testigos de la historia en un paisaje que nos habla. Aquí tuvieron lugar gestas y eventos, que fueron protagonizados en un mismo escenario, con la participación de muy diferentes actores.
El eco de batallas, asedios, exilios y asentamientos de distintos pueblos parece haberse quedado inscrito en sus peñas y barrancos, y sucumbe sin embargo ante la quietud del paisaje que se abre ante nuestros ojos.
No en vano, este lugar es además ampliamente conocido por ser uno de esos sitios donde el descanso deviene de la contemplación de una naturaleza primigenia; de una quietud apenas quebrantada por el rumor del agua que fluye por ríos y cascadas.
El camino de montaña que nos lleva hasta la “ciudad-balneario”, que antaño serpenteaba por laderas y barrancos, fue transitado desde tiempos remotos por reatas de animales, caballerías militares, diligencias… Hoy en día, los medios de transporte acercan hasta aquí a aquellos visitantes ávidos de naturaleza y descanso, y los que la visitan por primera vez se quedan deslumbrados ante el espectáculo de un paisaje asombroso. En los años 50 del siglo pasado, la actividad termal generó una gran afluencia de visitantes en busca del solaz para cuerpo y alma en su famoso balneario, que atrajo a una sociedad que pretendía tal vez seguir la moda emulando el distinguido ambiente decimonónico de los balnearios centroeuropeos.

El nombre de Lanjarón proviene de un término árabe que significa “tierra de manantiales”.

 

Foto: Cascada en el río Lanjarón.  

 

Como todo enclave estratégico, la zona suscitó la codicia de romanos, árabes y castellanos. La historia, que adquiere el sentido de lo tangible cuando nos conecta con el pasado en lugares como este, nos muestra el primer hito histórico con el que nos encontramos en el camino: el puente antiguo de Tablate. Oculto entre barrancos y sin apenas llamar la atención, aguarda ser descubierto en el silencio de un paraje poco transitado. A pesar de su exigua ingeniería ̶  tiene solo un ojo y salva un estrecho, aunque profundo barranco ̶ , sirvió en las batallas más importantes que se libraron en 1590 durante la Guerra de Las Alpujarras, cuando las huestes del Marqués de Mondéjar acudieron a la zona para sofocar la sublevación de los moriscos capitaneados por Aben Humeya.

El topónimo de Lanjarón procede del árabe al-Lancharon, que deriva de al-Lanchar, o “tierra de manantiales”, con cuyo nombre ya empezó a conocerse en el siglo X. En aquellos tiempos, la región granadina, dada su particular situación geográfica y sus circunstancias naturales y climatológicas, ya era reconocida como gran productora de plantas que se usaban en farmacopea ̶ debido al apogeo de la medicina en época andalusí, lo que demuestra la extensa producción de obras y adelantos médicos ̶  y, por ende, el aprovechamiento apícola. Numerosas fuentes, como Ahmad Ben Muhammad ben Musa al-Razi (885-955), al describir la ciudad de Elvira (la primitiva Granada), nos habla de la enorme producción de plantas medicinales, sobre todo en Xolair (Sierra Nevada), la mayoría de las cuales eran sustento de las abejas para la producción de una miel excelente.

En el siglo XIV, Ibn al-Jatib documenta también la abundante producción de miel en Granada en época nazarí, y un siglo después, durante la conquista del Reino de Granada, una ingente cantidad de crónicas lo siguen referenciando. Henríquez de la Jorquera, que nace en Granada en el año 1594, escribe en su obra Anales de Granada. Descripción del reino y ciudad de Granada. Crónica de la Reconquista (1482-1492). Sucesos de los años 1588 a 1646 acerca de la importancia de la producción de miel en el Reino de Granada, en Sierra Nevada. El rey Fernando VI manda recopilar toda la información del Reino para una reforma del régimen fiscal y el censo resultante incluía un capítulo titulado «El Libro de oficios de la ciudad de Granada (1752)», donde se hacía mención expresa a la figura del “criador de colmena”. Había auténticos profesionales que poseían una cantidad enorme de colmenas, por lo que había un apartado dedicado exclusivamente a esta industria, especificando el número que había y lo que rentaban la miel y la cera. En este mismo censo en la sección titulada “Libros de Respuestas Generales y Particulares” aparecen los siguientes datos: 900 personas se dedicaban a la apicultura por aquellas fechas, y sólo en Granada y sus comarcas había contabilizadas unas 10.231 colmenas.

En el Museo de la Miel de Lanjarón se muestra la interesante historia y la evolución de esta herencia por la que es también conocida la localidad, muchas veces objeto de una visita ex profeso por razones gastronómicas, ya que su característica cocina de montaña es ampliamente celebrada.

Tras unos diez kilómetros de ascenso para llegar hasta Lanjarón por la carretera de Granada que se desvía hacia el litoral, la ciudad aparece de repente, al volver una curva, como pertrechada en el contrafuerte de las montañas  del envés de Sierra Nevada. Parece reposar plácidamente en la ladera del Cerro de la Bordaila, ante la profunda hondonada del barranco del Salado.

Manantial en el Barranco del Salado.

Desde la cresta del lado opuesto del barranco, el castillo árabe otea el entorno y, aunque vigilante fiel, no pudo prevenir el ataque por sorpresa de las tropas del rey católico Fernando, en 1550, durante la Guerra de los Moriscos. Según relata una crónica histórica datada el 8 de marzo de ese año  ̶ cuya veracidad fluctúa entre la realidad y la leyenda ̶  el bravo capitán negro que defendía la plaza prefirió arrojarse al vacío desde lo alto de sus almenas para evitar la humillación de la rendición y la derrota.

Distintas perspectivas de los restos del castillo árabe.

La construcción de castillos en La Alpujarra andalusí, sobre todo en la etapa califal, era de esencial importancia, toda vez que constituían el sistema que utilizaba el estado para el control de los núcleos de población, asentamientos reducidos de campesinos organizados territorialmente en alquerías, que se esparcían por todo el territorio. Los agricultores contaban con grandes ventajas en zonas de montaña como esta, con una gran abundancia de agua que permitía pasto para el ganado, el desarrollo de un cultivo no estacional y de las numerosas especies nuevas que introdujeron los árabes.

El inaccesible castillo puede verse desde el privilegiado mirador, situado en el lado opuesto, llamado Cerro de los Cañones, que también guarda su historia: debe su nombre al hecho de exhibir piezas de artillería de la guerra contra los franceses, la Guerra de la Independencia, que también dejó aquí su impronta. 

 

En tanto que “Puerta de la Alpujarra”, como se le ha dado en llamar, Lanjarón ha abierto paso a aquellos viajeros dispuestos a adentrarse en estos bellos parajes y explorar la cara oculta de Sierra Nevada. El gran hispanista inglés Gerald Brenan descubrió la Alpujarra para el mundo entero a través de su obra Al sur de Granada, y en su residencia alpujarreña recibió las visitas de sus pares británicos, notables artistas e intelectuales del grupo de Bloomsbury ̶ como Virginia Woolf, Dora Carrington o Lytton Strachey, entre otros, y al que también pertenecía Brenan ̶ , así conocido por ser este elegante barrio londinense su lugar de encuentro. El antagonismo existente entre la sofisticación del entorno de este círculo literario y la sencillez de la vida consagrada a una naturaleza primitiva no podía ser más radical. El ambiente alpujarreño caló hondo en estos artistas que, con unos ideales de nuevo cuño, y renovadores de la escena intelectual británica, portaban el pacifismo como estandarte, (las heridas de la I Guerra Mundial estaban aún abiertas). De ahí su exacta predilección por esta comarca granadina. No era solo el sosiego que, no obstante, emanaba de un sobresaltado paisaje donde la suavidad de sus declives montañosos acaba en abruptos barrancos, sino por la bondad del clima a pesar de su proximidad a las cumbres nevadas de Sierra Nevada.​

Vista de las lagunas en la parte sur del Cerro del Caballo.

 

Incluida en la Ruta de Las Alpujarras de El legado andalusí, Lanjarón aporta una faceta más de las múltiples que ofrece esta ruta. Su trazado discurre por un entorno muy heterogéneo. Parte de Almería y avanza por desiertos, vegas, valles con plantaciones de cítricos  ̶ cuya feracidad es paradigma de la agricultura andalusí ̶,  zonas de montañas y poblaciones plagadas de vestigios medievales que antaño le dieron lustre, algunas por haber sido residencia de los representantes del poder, otras significadas por razones defensivas.

Esta antigua vía es un importante reducto de la herencia de al-Andalus, dada la durabilidad de una sociedad campesina en la zona, que ha mantenido sus sistemas agrícolas y preservado su arte y cultura populares, en un entorno natural que ha resistido, inmóvil, al paso del tiempo.

La historia cambia, el paisaje permanece.

 

 

Ana M. Carreño Leyva
Fundación El legado andalusí

 

Bibliografía:
Castro, Eduardo. Guía General de la Alpujarra. Edit. Sierra Nevada 95. 1995
Malpica Cuello, Antonio. Poblamientos y castillos en Granada. Edit. El Legado andalusí, 1996.
Malpica Cuello, Antonio. Las últimas tierras de al-Andalus. Edit. Universidad de Granada. Consorcio para la Conmemoración de la Fundación del Primer Milenio del Reino de Granada.
Trillo San José, Carmen. Agua y paisaje en Granada. Una herencia de al-Andalus. Edit. Sección de Publicaciones de la Diputación de Granada. 2003.

 

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