León el Africano,
caravana fue su patria y su vida la más inesperada travesía.
Por Ana M. Carreño Leyva.
“León el Africano hubiera sido para al-Andalus como un hijo póstumo.
Nacido en un momento en el que su civilización madre agonizaba, conoció del exilio no sólo el sufrimiento, sino también sus asombrosos cambios. Fue a veces embajador, a veces aventurero y secretario, ligado al islam pero converso de buen grado al cristianismo por mediación de un papa de los Médicis.
León supo guardarse de las tribulaciones del destino con una serenidad a medio camino entre la resignación y el orgullo viril.
Para todos aquellos que nos hemos quedado como él, demediados entre civilizaciones vecinas que se ignoran o se desconocen, para nosotros que vivimos como él en una época de grandes rupturas, León el Africano guarda un valor simbólico que trasciende a su persona, a su obra y su tiempo”.
Amin Maalouf. León el Africano
El sosiego estival de otros años en el Albayzin granadino apenas tenía ya que ver con los del última década de 1400. La mayoría de los huertos que regalaban su aroma a las callejuelas empedradas del barrio ya lucían ajados, cuando no completamente secos, desprovistos del cuidado y esmero a los que habían estado acostumbrados. El abandono se hacía patente por igual en las casas que habían perdido la blancura de su encalado, como en los pequeños comercios, las tahonas y los talleres de artesanos que, cerrados a cal y canto, no prometían reapertura alguna. Había en las calles una especie de miedo oculto; un trasiego extraño, de reatas de animales portando enseres y voluminosos fardos, rompía el silencio de las estrechas callejas, en una procesión de hombres, mujeres, niños y ancianos que, a juzgar por la expresión sombría de sus rostros, anunciaban un éxodo desesperado.
¿Qué estará pasando? Desde la ciudad subían rumores colina arriba, y las gentes intentaban descifrar la evolución de los acontecimientos vigilando los movimientos en la Alhambra, que desde la colina opuesta lanzaba mensajes de desaliento: las antorchas permanecían prendidas durante noches enteras, síntoma de la zozobra en la que estaban sumidos los palacios nazaríes, lo que provocaba una gran inquietud en la población.
Albayzín. Granada.
Este fue el ambiente de los años previos a la partida de Granada de la familia del niño al-Hasan al-Wazzan. Unos tres años después de que el rey Boabdil abandonara la ciudad ̶ primero, rumbo a la Alpujarra y más tarde hacia Fez ̶ la familia de al-Wazzan se vio obligada a abandonar igualmente su patria, compartiendo destino con el último rey de Granada.
Nunca pudo haber imaginado el niño al-Hasan al-Wazzan lo que iba a ser su vida, cuando de muy joven descubrió que ante sus ojos se abrían amplios horizontes, tan inciertos como imprevisibles, lejos de la protección que le brindaban las cumbres de Sierra Nevada que abrazaban su Granada natal. Su curiosidad inmensa por lo que habría al otro lado de las montañas ya empezó a despuntar cuando su familia, en lo más parecido al viaje, emprendía cortas excursiones a las alquerías dispersas por la exuberante vega granadina.
Vista de la Alhambra desde la Casa de Zafra en el Albayzín. Granada.
Poco conocemos de sus primeros años; su vida está envuelta en misterio, toda vez que su magnum opus titulado Libro della cosmographia et geographia de Africa, única fuente en la que se relatan algunos datos de su biografía está plagada de contradicciones hasta el punto de poner en entredicho su autoría.
Por increíble que parezca, la circunstancia humana e intelectual de este granadino insigne es apenas conocida a nivel general, y sólo alcanzó la fama después de su muerte. En nuestros días, gracias a la historia novelada de su vida publicada en 1986, magistralmente narrada por el escritor libanés afincado en París, Amin Maalouf, la vida de este personaje se hizo mundialmente conocida al haber sido publicada en varios idiomas.
Su niñez y primera juventud está rodeada de misterio a causa de la inexistencia de información, como ya hemos dicho. Sus distintos nombres ya dan cuenta de la naturaleza del largo y azaroso recorrido de su existencia, flotando a veces en la nebulosa de la historia como al-Hasan al-Wazzan al-Gharnati, Juan León de Médicis, Juan León el Granadino, el Fasi, o más definitivamente como León el Africano.
Su vida transcurre a caballo entre el Renacimiento y la caída de al-Andalus, entre dos continentes en medio de profundos cambios políticos e históricos.
Lo que se sabe es que la familia al-Wazzan abandona la península en dirección al norte de Marruecos en un momento de gran convulsión, en las postrimerías de la Reconquista, con el Mediterráneo como escenario del choque hispano-otomano, el asedio portugués a las costas atlánticas marroquíes y la penetración de los turcos en el norte de África. Este fue el caldo de cultivo en el que se forjaría el espíritu aventurero del joven al-Hasan, que despreciaba el riesgo en aras del ansia de conocimiento de índole humanista.
Como el origen de su linaje era Zenata, una tribu establecida en las estepas del este marroquí y del oeste argelino, de donde procedía también la dinastía Wattasí, los gobernantes de Fez en aquellos días, por lo que la familia recibió una acogida de honor, se les brindó un prometedor futuro y la familia debió disfrutar de un status social elevado. En las montañas del Rif, el padre de al-Hasan al Wazzan se dedicó a la explotación agrícola, arrendando terrenos para viñedos y otros cultivos a los habitantes locales.
El desierto marroquí.
Sin haber entrado aún en su adolescencia, al-Hasan, según su propio relato, ya había realizado lejanos viajes a Babilonia, Persia, Armenia, Turquía y Tartaria, acompañando a su tío en misiones diplomáticas para el sultán de Fez. Con la experiencia ganada, empezó a realizar sus propias misiones para los sultanes de Fez y del Sus y, según describe en su Cosmografía, visitando los lugares que describe en esta obra, bien acompañando a estas personalidades, en representación suya o como parte de las caravanas comerciales, acusando todos los peligros y calamidades propias de la travesía del desierto. De su estancia en Fez sí que existe abundante información en la Cosmografía, donde también asevera que nació en Granada.
El joven al-Hasan tuvo acceso a una educación privilegiada, tanto en la prestigiosa madrasa de Fez, la al-Buinaniya, como en la mezquita de al-Karaouine. Realizó estudios de Teología y Derecho, obtuvo titulación como faqih, y llegó a trabajar en un maristán, aunque abandonó esta actividad para acompañar a un tío suyo que realizaba misiones diplomáticas para el sultán. Fue así como nuestro protagonista empieza a sentir la emoción intensa del viaje, todavía sin apenas poder vislumbrar que su vida sería una continua partida.
Vista del Albayzín granadino.
Vista panorámica de la ciudad de Fez, Marruecos.
“Así, donde los africanos sean afrentados diré que yo nací en Granada y no en el África, y cuando mi patria chica sea la vituperada, aduciré en mi favor que me crié en tierra africana y no en Granada”. (Descripción general del África, traducción. Fanjul, 137).
Fue el acompañante que se consideró el ideal para viajar con los hijos de un jerife del sur de Marruecos, de donde más tarde emergería la dinastía saadí del Reino de Fez. Tres eran los muchachos de edades entre los diez y doce años, compañeros también de clase de al-Hasan, que emprenderían viaje a La Meca probablemente en 1506. Dieciocho meses duró el viaje. Además de los sitios santos del islam, visitaron los lugares de interés y las cortes reales más importantes, desde las costas magrebíes hasta Damasco. Los conocimientos y experiencia que este viaje propician a al-Hasan, hacen que fuera incluido por decisión del sultán en una campaña militar para combatir la invasión portuguesa de la costa atlántica de Marruecos. La experiencia hizo mella en el joven, cuya naturaleza humanista distaba mucho de la actividad guerrera, comprendiendo que el valor de la palabra es mucho mayor que el de las armas. Aquí queda inaugurada su mayor habilidad: la diplomacia, un arma que habría de serle de tanta utilidad en su vida futura.
Para este viajero inquieto, el Mediterráneo, a pesar de no estar exento de peligros, era un lugar por el que transitaba a menudo, visitando con frecuencia lugares adonde volaba ya solo, sin la compañía de su tío, para realizar él mismo misiones diplomáticas para el sultán de Fez, que le llevaron a Constantinopla y Egipto. Se toma muy en serio su misión como documentalista de todo aquello que ve, y describe de manera metódica y minuciosa los aspectos antropológicos, la demografía, y sobre todo la geografía, tan importante por ser un soporte fundamental en el arte de la guerra. Pero fue sin duda la naturaleza la que ganaría en interés y estudio sobre todas las disciplinas. El esfuerzo científico de nuestro cronista coadyuvaba a la gestión logística y administrativa, que tuvo una importancia primordial cuando la expansión del islam da origen a un colosal imperio.
Ya en su temprana juventud había realizado un periplo considerable visitando las por entonces más importantes ciudades como la legendaria Tombuctú, el centro comercial y cultural por excelencia en el África de la época. Esta temprana incursión en el África Negra, en una misión que el sultán de Fez había encargado a su tío, le permitió conocer el mundo nómada, las fabulosas fortificaciones de los señores del Atlas, y la tribu Songhai que gobernaba entonces a orillas del río Níger.
Camellos descansando.
Este fue el viaje iniciático que lo introdujo en el efervescente comercio del área subsahariana, en el que el intercambio de caballos bereberes por esclavos era más boyante que las transacciones económicas con la sal, los tejidos, los valiosos manuscritos y hasta el oro. Aquí empieza a elaborar una minuciosa descripción de todo lo que ve y experimenta. En sus anotaciones aparecían las cuestiones más relevantes, que se entrelazaban con datos curiosos o insólitos. Tal fue la impresión que este viaje causa en el joven granadino que dos años más tarde regresa en una misión personal para explorar a fondo el Sahara meridional.
Alentado por aquella fiebre del mercado caravanero, su intención fue encontrar nuevos mercados, toda vez que el reino de Fez había perdido sus puertos en el Atlántico, mientras que de otro lado, los turcos amenazaban las rutas provenientes de Egipto. Así inicia un periplo que le lleva hasta las orillas del río Nilo, y nada más poner los pies en Fez tras recorrer más de cien kilómetros al día, se encuentra con la desesperada situación que atraviesa Marruecos ante el avance del ejército cristiano y la rebelión de las tribus del Atlas. De nuevo, el sultán de Fez lo envía en una delegación diplomática ante el sultán otomano Selim I, con el objetivo de obtener asistencia militar, que no obtuvo el resultado que se esperaba. Al-Hasan tuvo entonces que embarcarse en una nave cristiana que se dirigía hacia el oeste del Mediterráneo.
Es entonces cuando se inicia la parte más importante en la vida del granadino al-Hasan al-Wazzan al-Gharnati: su barco es apresado mientras navegaba por las proximidades de la costa de Túnez, precisamente por un compatriota español, el corsario, caballero de la Orden de San Juan y capitán general de la Armada Pontificia, Juan de Boadilla. El alto nivel de conocimientos del cautivo al-Hasan no pasan desapercibidos para su captor, quien, asombrado ante la erudición del musulmán, lo ofrece al papa de los Médicis León X como regalo.
Cuando el barco en el que viajaba al-Hasan al-Wazzan fue apresado cerca de las costas del actual Túnez, este fue llevado ante el papa en el Castelo de Sant’ Angelo, en Roma (en la imagen).
La geografía en la literatura árabe.
En el siglo XVI el conocimiento geográfico constituía un instrumento esencial debido a la fiebre expansionista europea hacia las tierras aún inexploradas. Los modelos arquetípicos que proponían en la Antigüedad autores como Plinio, Estrabón y Ptolomeo, presentan sin embargo errores de ubicación y cronología de los pueblos que habitaban las tierras más allá de las costas del Mediterráneo. Por ejemplo, la localización de Etiopía (como relata Rodrigo de Santaella en El Libro del famoso Marco Polo): “avéis de notar que Ethiopía es el nombre común a muchas provincias pobladas de negros. E començando a la parte más occidental, la primera es Guinea, que dizen Cabo Verde, e siguiendo a la costa de la mar al estrecho del mar Bermejo todas aquellas provincias se llaman las Ethiopía…”. La inclusión de Egipto en el continente africano, o el curso del río Nilo −que Ibn Battuta confunde con el río Niger − son errores en los que incurre también León el Africano al dar por fiables las fuentes de los clásicos: “La parte que cae fuera del Estrecho de la Arabia Feliz no está considerada como una parte del África, por muchos detalles que en largos tratados se relatan. Los latinos la llaman Etiopía y de ella vienen ciertos frailes con sus caras marcadas a fuego y se ven por todas partes de la Europa, especialmente en Roma. Este país lo señorea un jefe a modo de emperador que los italianos dicen el Preste Juan”.
De igual modo, escritores españoles contemporáneos tomaron también numerosas referencias de la obra de Juan León, como Mármol y Carvajal, que hizo grandes aportaciones al conocimiento de África, reescribiendo en ocasiones fragmentos y pasajes de la propia Descripción. Esta obra tuvo una difícil integración en el marco cultural europeo, precisamente por la filiación de algunas descripciones ofrecidas de los clásicos antiguos, sin perjuicio de que fuese la obra de referencia para todo el que escribiera sobre el continente.
Mapa de oriente Medio y el Océano Indico, 1596.
El periplo editorial de la Descripción general del África, de 1550 a 1995.
Si la vida de nuestro personaje cristaliza en una situación histórica con vertiginosos cambios, no lo es menos la peripecia editorial de su Descripción General de África y de las cosas peregrinas que allí hay. Portada de la primera traducción al castellano de la obra de León el Africano, publicada en 1995 por la Fundación El legado andalusí (imagen). El manuscrito original de la considerada como la primera gran obra antropológica (Della descrittione dell’Africa et delle cose notabile che ivi sono) se encuentra en la Biblioteca Nazionale Centrale di Roma compilado en un volumen con encuadernación inglesa de probablemente mediados del siglo XIX. Está compuesto por 470 hojas escritas por las dos caras, cuyo estado de conservación es perfecto gracias a una minuciosa restauración. Presenta una caligrafía impecable de alto nivel profesional, cuya datación no ofrece duda alguna: siglo XVI. Sin embargo, tras haberse realizado numerosos estudios, se considera que el original que León el Africano dictara a un escriba varía sensiblemente respecto al texto que en 1550 utilizaría el geógrafo y escritor de viajes veneciano Giovanni Battista Ramusio. Según algunas fuentes, León/Hasan escribió La Descripción en italiano y la tradujo después al árabe. No obstante, tanto el veneciano como todos los comentaristas de la obra que se fueron sucediendo hasta principios del siglo XIX coinciden en que el manuscrito original fue escrito en árabe. La obra presentada por Ramusio se publica por primera vez en una de esas colecciones de viajes y textos geográficos a través de los cuales se pretendía renovar el conocimiento que se tenía del mundo, y servir de testigo de los profundos cambios que traían consigo los grandes descubrimientos. Con la edición de Descrittione, Ramusio hace una valiosa aportación a la geografía, al desarrollo de esta ciencia que empieza a entenderse como moderna. Empieza a sustraerle –si bien de forma paulatina—aquella visión histórica heredada de Ptolomeo, y sustituirla por otra concepción más precisa y más científica del mundo. Del devenir de la obra del granadino nos dan cuenta las diferentes ediciones que seguirían a aquella primera de Ramusio. No sin falta de razón, Oumelbanine Zhiri titula ¿Ediciones, Traducciones y Traiciones? uno de los capítulos de su obra L’Afrique au miroir de l’ Europe: Fortunes de Jean Léon l’Africaine à la Renaissance , en la que hace un análisis exhaustivo del tratamiento del texto original de Juan León, a través de sus distintas ediciones. El mismo Ramusio interviene en el texto atendiendo principalmente a tres propósitos: el de hacer más fácil la lectura del texto, corrigiendo la lengua y dividiendo el texto en capítulos −incluso cortando o modificando párrafos que él no consideraba de interés para los lectores−; por otro lado, completó aquello que como editor no consideraba suficientemente explícito o riguroso acerca de algún tema en concreto, y por supuesto añadiendo a veces sus apreciaciones personales cuando algún pasaje le parecía demasiado moderado cuando no inverosímil. No obstante, la compilación de Ramusio es considerada una obra magna; aparece en Venecia en 1550 bajo el título de Navigationi e Viaggi. En 1556 es traducida al francés por Temporal, editándose en París entre 1596-98. Florianus lo traduce al latín (J. Leonis Africani. De totius Africae descriptione, Amberes 1556). Esta versión sirve para las traducciones inglesa de J. Pory (History of Africa, Londres 1600), holandesa de Leers y la alemana de Lorsbach. El manuscrito en italiano fue descubierto en 1931. Pero no fue publicado en castellano hasta 1995 por la Fundación El legado andalusí, cuya traducción y notas a la misma estuvieron a cargo de Serafín Fanjul, arabista, historiador y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid.
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BIBLIOGRAFÍA Descripción General del África y de las cosas peregrinas que allí hay. Juan León el Africano. (Traducción, introducción y notas de S. Fanjul). Edit. Fundación El legado andalusí. Granada, 2004.Descripción General del África y de las cosas peregrinas que allí hay. J.L el Africano. (Traducción, introducción y notas de S. Fanjul y Nadia Consolani). Edit. Sierra Nevada ’95 – El legado andalusí – Lumwerg Editores S.A. 1995. |