Los proverbios mediterráneos de Malta, un acertijo lingüístico

En las islas más transitadas del Mar Mediterráneo, como es el caso de Malta, el lenguaje recoge el eco de todas las lenguas que se han escuchado en sus tierras. Y de esa alquimia lingüística resultan los refranes, que aglutinan la sabiduría popular y la expresan a través de las distintas adaptaciones de cada cultura, aunque conservando el sentido general de su mensaje.

Bocana del puerto en la capital de Malta La Valeta. ©Pixabay

El continente europeo se ha enfrentado desde siempre a uno de los asuntos más complicados del mundo en relación con la lengua. Estas cuestiones suelen ser de origen histórico relacionadas con los derechos de las minorías, o el reconocimiento oficial, por citar sólo algunas. Sin embargo, existe una lengua que no se plantea ninguno de estos problemas, una lengua de la que se conocen muy bien sus orígenes, que hablan todos los habitantes del país en el que es reconocida como lengua nacional, y de la que podría decirse que es la más cerrada de Europa por su carácter “esquizofrénico”.

Escena urbana en el centro moderno de La Valeta ©Pixabay

El maltés, o maltí, como lo llaman los mismos habitantes de Malta, puede ser una lengua “oficial” europea, una de las veintitrés reconocidas por Bruselas –aunque sea más fácil de entender por los habitantes de Bagdad, El Cairo o Casablanca, que, por sus vecinos europeos más próximos, tan sólo a unos escasos noventa kilómetros de distancia, los que cubren el Canal de Malta en Sicilia.

Desde luego, a los hablantes del maltí que visitan Roma o Palermo, se les confunde con frecuencia con los árabes de Túnez o Libia y con los italianos del pasaporte rojo. Como lengua con una clara “doble personalidad”, cuando no, de hecho, clínicamente esquizoide, el maltí es una lengua mezclada con una perfección casi matemática, en cuyas entradas en el diccionario, reconocidas por su Academia Nacional, están compuestas exactamente por la mitad de las palabras de origen italiano y la otra mitad del árabe. Sin embargo, dado el frecuente uso de palabras coloquiales en maltí, con sus reglas gramaticales básicas procedentes del árabe, la lengua hablada no suena tanto a italiano.

Además de todo, la división que existe en el vocabulario básico entre palabras árabes e italianas da lugar a un aumento de préstamos del inglés, adoptados de manera informal para los neologismos que proceden de las expresiones de la cultura pop y las nuevas tecnologías. El maltí estándar corría tal peligro de ser invadido por el “maltinglés”, que en el año 2005 el gobierno fundó una nueva agencia, el Consejo Nacional de la Lengua Maltesa, para que actuase como mediadora.

Vista del Puerto de La Valeta. ©Pixabay

En cualquier caso, si realizásemos un recuento meramente estadístico de las palabras incluidas en el diccionario, nos resultaría inútil si lo que queremos es mostrar la manera real en la que habla la gente. Una forma más fiable para comprobarlo sería mediante los refranes malteses, recogidos en A Comparative Dictionary of Maltese Proverbs (Diccionario Comparativo de Refranes Malteses) de Joseph Aquilina (1972). Su vocabulario, como cabía esperar, es fundamentalmente de origen árabe, aunque las mismas expresiones estén íntimamente relacionadas con el saber popular de Sicilia, Francia, España e incluso Inglaterra y Alemania. Después de todo, como se dice en la ciudad maltesa de Victoria (cuyo nombre anterior era Rabat, siendo rebautizada en 1887 por los ingleses en honor a la reina Victoria): “Il-bniedem jinkixef minn kliemu”, que quiere decir “Cada uno habla como quien es”.

Victoria Gate (Puerta Victoria) en el puerto de La Valeta, en honor de la reina homónima del Reino Unido. ©Pixabay

El dicho “Min ihobb il-kelb, ihobb ‘il sidu” puede que tenga su expresión equivalente en toda Europa: “Quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can”, “Qui m’aime, aime mon chien”, “Wer mich liebt, der liebt auch meinen Hund”, “Love me, love my dog”. Pero no tiene nada que ver con el árabe, sin lugar a duda porque los perros no gozan de aprecio alguno en el mundo árabe. De este refrán, de hecho, se dice que fue San Bernardo de Clairvaux quien lo escribió por primera vez en latín: “Qui me amat, amet et canem meum”, no mucho después de la conquista árabe de Malta.

Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia.

Don Quijote. Parte I Capítulo 21

Malta, es el nombre por el que conocemos el conjunto de islas, la grande y sus islas más pequeñas, Gozo (izquierda) y Comino (derecha). ©Pixabay

Malta tiene una historia lingüística de lo más inusual. Surge bastante antes de la era cristiana, a partir de un mejunje compuesto por las lenguas de los mercaderes y jergas de marinos que llegaban a los puertos comerciales en los que hacían escala marineros púnicos, griegos y romanos, incluso antes de los tiempos de San Pablo, que naufragó allí en el año 60 de nuestra era, y llamó a estas gentes “bárbaros” porque no podían hablar en griego de manera inteligible.

La colonia bizantina estaba sumida en la lucha, y sucumbió a la violenta conquista de los árabes de Sicilia en el siglo IX, que mermaría sustancialmente la población, según recoge el geógrafo árabe Ibn Abd al-Mu’min al-Himyari. Esta conquista llevó consigo el asentamiento durante sólo unos cuantos años de hablantes de árabo-siciliano, antes de que las islas cayeran en manos de los normandos, que en el año 1224 lograron expulsar al final a los musulmanes, aunque no la lengua árabe, que por entonces era la lengua común de la isla. Fue entonces cuando comienza el largo proceso tanto de cristianización como de romanización, que continuó de manera ininterrumpida hasta nuestros días.

Así pues, durante los últimos ochocientos años, a los hablantes del maltí se les ha desprovisto de lo que debería denominarse su “lengua base”. Martin Zammit, de la universidad de Malta, en un estudio comparativo del vocabulario del Corán utilizado en los dialectos árabes de Siria y Marruecos, y del maltés, descubrió que las palabras maltesas en el Corán coincidían al menos cinco veces más con el árabe de Siria, que con el de Marruecos. Esto viene a demostrar que en ciertos aspectos el maltí podría ser considerado como una forma de árabe “fosilizado”, más próximo al lenguaje del Corán tal y como evolucionó en el oriente islámico, que el dialecto árabe que se habla en el Magreb.

Calle de la Mezquita, en el casco histórico de La Valeta, con el típico entramado de las medinas árabes. ©Pixabay

En lugar de permanecer como “lengua viva”, una lengua hablada por tradición, como resultado de la evolución del árabe vernacular, como sucedió por todo el mundo árabe, la gente de Malta, por el contrario, se enfrentaba a una maraña de lenguas europeas introducidas de manera caótica por colonos europeos, que hablaban en diferentes lenguas: desde el normando y el francés angevino (la lengua de Anjou) al aragonés, el castellano y  las ocho lenguas (incluido el alemán) de los Caballeros de la Orden de San Juan, que gobernaron las islas desde 1530 hasta la conquista de Napoleón. Y por último el inglés, que llegó con los británicos cuando vencieron al militar francés, permaneciendo en el poder en las islas hasta que concedieron a Malta la independencia en 1964, concluyendo su ocupación militar en 1979.

Celebración en la isla de Malta con motivo de su independencia de Gran Bretaña, en 1964. ©Pixabay

Mientras que los “Lords” coloniales se expresaban en sus propias lenguas en sus castillos y fortalezas, a los campesinos sicilianos se les adjudicó el cultivo de la tierra y la repoblación del interior de la isla, hablando su propio dialecto italiano, con un marcado acento. En el siglo XX, sobrevino un nuevo tipo de colonialismo lingüístico: la radio y la televisión italianas transmitían desde el continente con una fácil recepción en Malta. De este modo, los malteses escuchaban sus canciones pop, discursos políticos, y nuevas emisiones en italiano estándar. Una última nueva lengua imperó aquí, en el país más católico de Europa: el latín tridentino, el que se utilizaba en el altar durante la misa diaria, al menos hasta las reformas del Concilio Vaticano.

“Habla en maltí si quieres que te entienda”; todas y cada una de sus palabras son de origen árabe. Mientras tanto, en los países árabes le dirán, “hablemos bil arabi fuschah” (árabe estándar), queriendo decir que no se debería hablar en el dialecto árabe local si lo que se pretende es que te entiendan los árabes de todos los países. Tendríamos que hacer una observación: existen unos 4.000.000 hablantes de maltí, de los que más de la mitad son bilingües con el inglés, y de los casi 250 millones de hablantes de árabe dialectal, la gran mayoría apenas puede comprender el árabe clásico, y mucho menos hablarlo. Esto sería el equivalente a que un campesino italiano de la época de Dante hablara un latín perfecto.

La mayoría de los espacios urbanos en la isla están orientados al mar, hacia donde descienden sus empinadas calles, como en el caso de La Valeta. ©Pixabay

A la luz de las idas y venidas de tal circulación lingüística en Malta, el mejor adagio podría ser: “Cuando una puerta se cierra, ciento se abren”; la versión en maltí contiene la palabra dios “Allah” (observemos que las palabras maltesas para expresar conceptos cristianos tan fundamentales como Dios, Cuaresma, Cielo, Iglesia, Sacerdote y Santo, todas tienen raíces árabes: Allah, Randam, Yennah, Kanissa, Qassis, Qaddis), en lugar de referirse a las hordas de invasores que andan abriendo y cerrando puertas.

 

Por Louis Werner. Escritor y cineasta.

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