El misterio de la Mina del Rey Moro de Ronda

Por Ana M. Carreño Leyva

Fundación Pública Andaluza El legado andalusí

 

 

La importante defensa de Ronda constituía, como en todas las ciudades de frontera, unos de los mayores retos tanto en tiempos de guerra como de paz. Ronda, en la Ruta de los Almorávides y Almohades, guarda el secreto de su fabulosa mina de agua, cuya historia es apenas conocida.

La imagen romántica de Ronda que cautivó a los artistas que viajaron por el sur de España en siglos pasados, estaba también anclada en las historias legendarias que rodeaban sus parajes y ruinas. Muchas de ellas alojan secretos desconocidos por la mayor parte de nosotros que, a veces, circulamos ajenos a lo que yace bajo nuestros pies.

Vistas de la Casa del Rey Moro, a la derecha, sobre el borde del Tajo. ©Diputación de Málaga.

Es el caso de la conocida como Mina del Rey Moro que se aloja en los jardines de la casa con el mismo nombre. Su acceso se realiza a través de un túnel vertical que desciende desde la superficie de uno de los lados del famoso Tajo de Ronda. El mismo nombre de «Casa del Rey Moro» no se ajusta a la realidad, pues no se tiene certeza histórica de que esta hubiera pertenecido a rey moro alguno.

A la izquierda, retrato de la Duquesa de Parcent, obra del pintor realista del siglo XIX, Raymundo de Madrazo. En el centro, una imagen del jardín andalusí que diseñó el famoso paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier, a la derecha, (1861-1930).

La finca original data del siglo XVIII y se trataba de la típica residencia aristocrática andaluza de principios del siglo XX que estaba compuesta de distintas edificaciones. De los restos arqueológicos que testimonien la existencia de una entrada desde dicho solar a la mina, que fue con toda seguridad una coracha (qawraja en árabe), no hay noticia. Las corachas eran fortificaciones que protegían manantiales de agua, muchas veces pozos, cuyo uso se preservaba para situaciones de asedio o extremo peligro para la población y los ejércitos que las defendían.

Aunque se desconoce la fecha precisa de la construcción de la mina de agua sí se sabe que el lugar fue elegido por su valor estratégico. La Mina del Rey Moro es una coracha muy singular, y más que una construcción defensiva, era una monumental obra de ingeniería hidráulica. Estaba alimentada tanto por el agua de un pozo como por el agua que se extraía desde el río.

En 1911 la duquesa de Parcent adquirió la finca y derribó gran parte de la maltrecha arquitectura existente para construir su mansión en este enclave mágico, colgada en el borde del precipicio del Tajo. La casa se adornó con un jardín andalusí de una belleza extraordinaria, distribuido en distintos niveles, obra del renombrado paisajista francés, Jean-Claude Nicolas Forestier, que también diseñara los jardines del sevillano Parque de María Luisa.

Entrada a la mina de agua en forma de arco.

A la belleza del paraje se suma su desconocida historia, que le aporta una gran dosis de misterio. Lo que nos encontramos con frecuencia en numerosas crónicas árabes, si bien no de manera muy extensa, son las referencias a las ventajas defensivas que tenía la cora de Takurunna gracias a su escarpada orografía.

Apenas concluida la conquista de Ronda, el secretario real de los Reyes Católicos y cronista Andrés Bernáldez escribió:

[…] “los moros tenían una mina secreta en Ronda adónde descendían para extraer el agua que necesitaban de tres pozos que habían construido al borde del agua […]. El marqués de Cádiz fue informado al respecto, y él mismo, junto con sus soldados, lucharon allí, y tras abrir una entrada en la pared en el fondo del barranco encontraron unas escaleras, pusieron a gente dentro para que defendieran el agua desde dentro de la mina. De este modo el marqués de Cádiz se apoderó del abastecimiento de agua, lo que afectó gravemente a los moros, que no pudieron resistir […]. “

La mina contaba con distintas aperturas o troneras en su pared exterior, que permitían a los soldados que la defendían apostarse en ellas para disparar.

Imágenes de galerías en el interior de la mina. Izquierda y central ©Dick Doughty. Derecha. ©Diputación de Málaga

La mina de agua desempeñó su papel más importante en los agitados tiempos de la conquista cristiana de al-Andalus, en los que la historia se escribía desde la percepción de uno u otro bando, mientras las fronteras fluctuaban a merced de los avances de las tropas.

A mediados del siglo XIV, Ronda constituía una importante plaza en la defensa de los territorios fronterizos al oeste del Reino Nazarí. La zona de la importante cora de Ronda, Takurunna, estuvo gobernada entre 1333 y 1339 por el rey Abd-al Malik (Abumalic en versión castellanizada), de origen meriní[1], hijo primogénito del sultán de Fez. La importancia de la disputada cora de Ronda se debía a su condición de tierra de frontera, y su principal arma secreta para defenderse del asedio era la mina de agua.

En 1485 tuvo lugar la batalla de la conquista de Ronda, y las tropas del marqués de Cádiz atacaron esta como su más firme defensa, pues la provisión de agua permitía a la ciudad su supervivencia, resistiendo al asedio. La victoria cristiana fue posible al apoderarse de la Mina del rey Moro. Sin agua, la ciudad tuvo que rendirse en cuestión de días.

 

[1] Los meriníes (también llamados benimerines, mariníes o merinidas) fueron una dinastía de origen beréber zenata establecida en el Norte de África, y que en los siglos XIII y XIV controlaron por un corto espacio de tiempo algunas partes de al-Andalus y del Magreb oriental.

El acceso a la mina desde el río, al fondo del Tajo, permitía también la huida en caso de necesidad de las fuerzas atacantes. Además de las armas, utilizaban un método tan medieval como el de arrojar aceite o agua hirviendo sobre los invasores.

Izquierda: imagen actual del acceso a la mina desde el agua. Derecha: acceso a la mina de agua desde el fondo del barranco, en una imagen de la época de la construcción de la residencia de la Marquesa de Parcent, a principios del siglo XX. ©Isabel Bestué Cardiel y Emilio Molejo Melgarejo.

Al penetrar en el acceso a la mina de agua, un espacio excavado en la piedra caliza, como todo el conjunto, nos lleva hasta unas escaleras cuyo techo tiene una altura variable, que está compuesta por 231 peldaños, ejecutada aprovechando las formaciones y salientes naturales de la roca. Sus constructores están también rodeados de misterio. Según la mayoría de las fuentes podrían haber sido los bereberes de Ifrán (siglo XI)sobre los que no hay mucha información. Según las crónicas post-conquista, los encargados de la construcción de la mina, de una longitud de 60 metros, fueron los cautivos cristianos que, además de cavar la roca y cargar el agua en zaques[1] tras su extracción del río, eran también los encargados de hacer girar a mano la noria.

La tracción animal no era posible debido a la disposición del lugar, que contaba con unas escaleras inestables y resbaladizas a causa de la humedad y la altura del techo, que cambiaba a cada nivel. Todavía puede verse el lugar en el que se encontraba la noria que extraía el agua del río mediante odres que luego los esclavos acarreaban hasta la superficie o depositaban en un aljibe situado en el exterior. Este preciso lugar nos da idea del duro trabajo y el precario estado en el que debieron de trabajar estos cautivos, pues entre otras adversidades se encontraba la situación de la noria, a unos 15 metros por debajo del nivel del río.

La sensación mientras se desciende por este túnel vertical es sobrecogedora. La iluminación que penetra por las aberturas en el muro que aparecen en intervalos irregulares dota de una atmósfera fantasmagórica al entorno, propicio para las innumerables leyendas que han suplido la historia tras la ausencia de datos. Por ejemplo, al desconocerse quiénes fueron los obreros que tallaron y cavaron la mina, unas fuentes apuntan a que fueron los cautivos cristianos, historia que se intenta refrendar por la explicación a las cruces que se encuentran grabadas en algunos de sus muros.

 

[1] Odres pequeños de cuero hechos con piel de cabra generalmente.

La estructura de la mina consiste en un laberíntico entramado de espacios a modo de habitaciones −a las que tampoco se les ha podido dar una explicación cierta sobre su uso− adyacentes a ambos lados de la escalera y a alturas diferentes. ¿Sirvieron como lugar de acuartelamiento?¿Tal vez una prisión o arsenal para guardar armas y municiones?

Tramo de escalera que muestra el aprovechamiento de los salientes naturales de la roca para distribuir los diferentes espacios. ©Dick Doughty.

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Sin embargo, la más misteriosa de todas las salas de esta mina es la llamada “Sala de los Secretos”. Su propia fisionomía es desde luego desconcertante, pues se trata de un espacio abovedado cubierto por una cúpula semiesférica apoyada en pechinas, a modo de una qubba.

El arabista e historiador Virgilio Martínez-Enamorado, nos comenta: “La qubba tiene un carácter muy especial; su uso está normalmente dedicado a los santuarios o a los mausoleos, por lo general en  los lugares de peregrinación, o en los salones del trono o residencias áulicas. Es, en todo caso, un espacio multifuncional”.

El nombre de Sala de los Secretos se debe a que su arquitectura permite una acústica sensacional, de forma que, si se susurra desde un ángulo de la sala, se puede oír perfectamente en el lado opuesto. Según las crónicas, tras la conquista de Ronda, aquí tuvo lugar el acuartelamiento de los soldados del marqués de Cádiz.

Vista parcial de la bóveda de la Sala de los Secretos. ©Dick Doughty

Y volvemos a la leyenda. Se dice que fue un lugar de esparcimiento para las damas moras de la corte, donde descansaban después del baño en el río que discurre por el fondo del Tajo: el Guadalevín.

Otro indicio de que la entrada a la mina desde el río, protegido de las miradas ajenas por un recodo natural, fuera el lugar elegido para el baño y el esparcimiento, es la exquisita y cuidada decoración de su portada, algo poco propio para un enclave militar secreto.

 

La mina secreta de la Casa del Rey Moro está abierta al público desde 1990. Se han realizado labores de consolidación en su interior y acondicionado el acceso al fondo del Tajo. Aquí se ha instalado también una plataforma desde donde el visitante puede captar una perspectiva inusual del Tajo desde abajo hacia arriba, y contemplar de cerca el relieve abrupto de sus paredes.

 

 

Por Ana M. Carreño Leyva
Fundación Pública Andaluza El legado andalusí

 

 

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